Los cerros isla contribuyen a tener ciudades más resilientes y sostenibles

29 de septiembre/ El Mercurio/ Instalados entre edificios, casas y comercios, estos grandes relieves naturales tienen un importante valor patrimonial y son claves para resguardar la biodiversidad. Sin embargo, los especialistas señalan que aún hay poco conocimiento y conciencia sobre la importancia de su cuidado e incorporación dentro de la planificación de los espacios urbanos.

En un escenario donde las ciudades crecen de manera desmedida y la pérdida de biodiversidad es una de las grandes preocupaciones de especialistas y autoridades, aún existen pequeños —o más bien grandes— oasis en medio de la trama urbana que pueden convertirse en aportes a la resiliencia de su entorno.

Se trata de los cerros isla, verdaderos gigantes dentro de la ciudad, que forman parte silenciosa de la historia geológica de un territorio y de su crecimiento y progreso.’Estos cerros son llamados islas porque quedan aislados de otros cordones montañosos y aparecen como entes solos’, explica Francisco de la Barrera, investigador del Centro de Desarrollo Urbano Sustentable (Cedeus) de las universidades Católica y de Concepción.

También son conocidos como ‘cerros testigos’, porque se trata de vestigios de la unión de cordones montañosos, particularmente en Chile asociados a la cordillera de la costa en ciudades costeras y a algunas del interior, como Santiago.

Planificación urbana
Francisco de la Barrera, de Cedeus, advierte que los cerros isla están permanentemente amenazados por la instalación de infraestructura y urbanización; por lo tanto, es importante trabajar en habilitarlos como espacios seguros, espacios saludables, con senderos bien construidos y agregarles vegetación para compensar la emisión de contaminantes.
‘Estos cerros son vestigios históricos que nos hablan del pasado de las ciudades, pero también nos dan una indicación sobre el futuro que podrían tener’, dice. Y agrega que, por eso, lo que necesitamos es restaurar la naturaleza dentro de la ciudad y en sus entornos.

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Fuente: El Mercurio