18 Apr Carolina Rojas/¿Cuánto aporta un barrio a la contaminación de su ciudad?
REVISTA HÉUREKA/17 de abril 2019/ Por Carolina Rojas, doctora en Cartografía, Sistemas de Información Geográfica y Teledetección; y Sandra Cortés A., doctora en Salud Pública, investigadoras del Centro de Desarrollo Urbano Sustentable (CEDEUS); junto a Carola Venegas, magíster en Ingeniería Industrial.
El reciente informe Air Quality Report 2018, que midió el índice de calidad del aire en base en los niveles de partículas finas conocidas como PM2.5, determinó que de las 10 ciudades sudamericanas más contaminadas del mundo 9 son chilenas. Es vital reducir las emisiones para mitigar su impacto en los ecosistemas naturales y en la salud de las personas, pero para eso es importante tener más información de cómo aporta la población a nivel espacial a esta cifra.
Más información para focalizar esfuerzos
Según Better life index, la contaminación del aire urbano podría convertirse para el 2050 en la principal causa ambiental de mortalidad prematura de la población. La Organización Mundial de la Salud identifica dos grupos altamente vulnerables a la contaminación: niñas y niños, y personas mayores de 65 años. En nuestro país las principales causas de muertes son las enfermedades cardiovasculares y los tumores malignos, los que, en parte, se explican por estilos de vida, pero también con la mala calidad de aire que las personas respiran dentro y fuera de sus hogares.
Una gran proporción de la generación del material particulado (MP) que respiramos se debe a los gases efecto invernadero (GEI). La emisión de un 80% de estos se asocia al consumo de energía por transporte, industria, comercio y hogares en ciudades. Las urbes concentran esta demanda energética. Si bien, los datos de la red de monitoreo de calidad del aire han permitido identificar zonas saturadas en las ciudades, faltan datos que avalen tomar decisiones al respecto.
En Chile, las ciudades metropolitanas se densificarán con edificaciones, mientras que las ciudades intermedias del sur del país tendrán un crecimiento más disperso y desigual, que supone un mayor gasto energético. En estas últimas se estima que el 75% promedio del material particulado proviene de la calefacción residencial, cuyos niveles de MP exceden todas las regulaciones nacionales y las recomendaciones internacionales.
Calefacción a Leña, un problema desafiante
Hoy es el consumo de leña la problemática más desafiante para mejorar la calidad del aire, salud y bienestar de estas urbes. Se sabe que la calefacción por leña predomina en las 8 ciudades sureñas del ranking, pero no hay datos para hacer relaciones geográficas entre barrios de las mismas, pudiendo dar un soporte espacial a la sostenibilidad urbana.
Los datos de la red de monitoreo de calidad del aire han permitido identificar zonas saturadas en las urbes, pero faltan datos que avalen tomar decisiones al respecto. A esto se suma que no hay medidas estructurales para reducir emisiones acompañadas de un cambio de conducta en el consumo energético de los hogares. Debido a lo descrito, es muy difícil imaginar una disminución de los GEI.
Por esto es importante realizar acciones que focalicen los esfuerzos. Una de las propuestas es generar un mapa que muestre el uso de leña por comunas y barrios. Algo que intentamos impulsar.
Mejor prevenir a… mitigar
La Encuesta Nacional de Salud indica que el mayor uso de leña ocurre en los sectores rurales o en personas de menos escolaridad a nivel regional. No obstante, no sabemos cómo este consumo se distribuye en las zonas más empobrecidas y las más ricas dentro de las ciudades. La información actual no permite distinguir el nivel de calidad de aire de comunas y menos aún de barrios, impidiendo la generación de iniciativas específicas para la disminución del consumo de leña.
Indicadores representados en mapas despejarían la asociación arbitraria que se hace hoy entre barrios más pobres y más consumo de leña. Hay que considerar que los barrios de altos ingresos suelen tener un mejor confort térmico, y un mayor presupuesto para el gasto energético, lo que en definitiva significa un mayor nivel de emisiones de GEI y material particulado. Es decir, un mayor impacto en la calidad del aire.
Sería positivo que instrumentos y datos nacionales capturados por el Estado, como la Encuesta de Caracterización Socioeconómica (CASEN) y el Censo, incluyeran preguntas de consumo energético, especialmente de leña. Esta información sumada a la materialidad de las viviendas por manzanas censales y en barrios de la ciudad, darían el insumo necesario para el diseño de propuestas y acciones concretas y localizadas.
Actualmente, es necesario aumentar la disposición y el análisis de datos que comparen el nivel de ingresos y consumo energético domiciliario con escala espacio – temporal. Esto porque no da lo mismo quiénes se enferman a consecuencia de la mala calidad del aire, pudiendo incluso morir. Es urgente fortalecer con evidencia los planes de descontaminación, por ahora el único instrumento destinado a este fin, ya que, en estos casos, siempre es mejor prevenir a mitigar.