01 Aug Espacios democráticos y movilidad
Publicada en El Sur de Concepción
El reciente impulso de ciclovías en nuestras calles junto a las mejoras para los peatones en el centro de la ciudad, representan tanto nuevas facilidades para peatones y ciclistas, como una oportunidad para reflexionar acerca de nuestra visión futura para el uso del espacio urbano en el Gran Concepción. Las señales que recibimos de ciudades de otras latitudes van en la dirección a cambios importantes en la configuración del espacio urbano, para dar mayor importancia a los peatones y ciclistas, en detrimento del espacio de estacionamiento y circulación de los automóviles. Esto no solo ocurre en ciudades como Londres y Nueva York, sino que también en las cercanas Medellín y Santiago de Chile. Esta última municipalidad, hace poco acaba de recibir un prestigioso premio internacional de sustentabilidad por sus políticas de promoción a la caminata y bicicleta; y en donde su alcaldesa anterior y el actual, pese a sus signos políticos opuestos, han dado potentes signos de continuidad para que el automóvil – según sus propias palabras – pase a “segundo plano”. Lo anterior no implica demonizar el automóvil, sino la constatación de que los problemas de transporte urbano no se resuelven con una mirada solo centrada en este modo, ineficiente e inequitativo en el uso del espacio público.
En ese sentido, rediseñar el espacio urbano privilegiando a peatones y ciclistas, implica también reconocer para qué usamos la ciudad, la cual no es solo para transportarnos, sino que también para interactuar con otros y realizar diversas actividades. Nuestra ciudad debería aspirar a tener “calles completas”, es decir, un espacio urbano no solo dedicado al automóvil, sino que también – de manera importante – al transporte público, las bicicletas y los peatones. Y no solo eso: también un espacio que reconozca movilidades invisibilizadas, como personas con movilidad reducida, coches de guagua y espacios de intercambio comercial en nuestras calles.
Lo anterior no solo implica una mayor eficiencia en el uso del espacio urbano, sino que también entenderlo como una expresión de democracia en nuestras ciudades, en donde el espacio pertenece a todos quienes habitamos a diario nuestras ciudades, lo cual no es monopolio de aquéllos privilegiados que utilizan el automóvil. Esta visión, que guía las experiencias urbanas mencionadas anteriormente, puede ser adaptada a nuestra realidad regional. Solo basta con un poco de inversión, diseño, pintura, y voluntad política de los tomadores de decisión, y de nosotros los ciudadanos de a pie.