Rossana Forray/Entornos Amigables

VD El Mercurio/ 15 de agosto 2020/ Nuestra investigadora Rossana Forray argumenta que las guías de diseño para veredas y bicisendas abundan, pero desconsideran las necesidades de los infantes y de quienes los cuidan.

Se calientan los motores para echar a andar las ciudades, las comunas adecuan sus calles a la circulación segura de peatones, bicicletas, buses. Pero pensamos solo en los adultos; poco se sabe de cómo saldrán los más pequeños a jugar o al colegio.

En Chile los niños y niñas de barrios periféricos caminan a la escuela, atravesando entorno hostiles. Esto, que podría ser factor de inequidad, es una oportunidad, pues caminar influye e su desarrollo cognitivo y psicosocial. Caminando el niño se sitúa en el mundo espacial –fuera de casa– y en el mundo social –más allá de la familia–, y se reconoce a sí mismo, construye relaciones de pertenencia y afectos con el entorno, se identifica. Ahora, falta que ese entorno lo acoja.

En este ir y venir, los niños transforman su experiencia de caminar en cognición socioespacial. Comprenden las relaciones de distancia y proximidad, orden y dirección, cerramiento y continuidad. Elaboran sistemas de referencia. Se representan simbólicamente los lugares. Organizan sus rutas, negocian fronteras, interactúan con el medio social; de paso, desarrollan su autoestima y autonomía.

Según varios estudios, los menores de los sectores populares de Santiago van caminando también a jugar, a comprar; adquieren una independencia de algunas cuadras, reconocen peligros y aprenden a evitarlos. Al caminar a diario, crean vínculos en el vecindario. Sin embargo, la autonomía de las niñas es muy inferior a la de los niños, y con ello su potencial de desarrollo cognitivo es desigual.

De allí la importancia de crear condiciones para que todos puedan desenvolverse con libertad en contextos amigables y seguros; de ponerlos en el centro de la agenda pública y la planificación urbana. Las guías de diseño para veredas y bicisendas abundan, pero desconsideran las necesidades de los infantes y de quienes los cuidan. Por otro lado, hay muchas experiencias de trayecto a la escuela en nuestras ciudades y en ellas podemos inspirarnos.

Si con la pandemia el acondicionamiento de las calles se volvió una prioridad en la inversión pública, si pensamos generar empleo mejorando infraestructuras y reducir inequidades, ¿por qué no apostar a tener veredas en buen estado, cruces seguros, avenidas para el juego a ciertas horas y días platabandas con actividades creativas huertos jardines lugares para descansar o hacer tareas en grupo, como diría el pensador y psicopedagogo italiano Francesco Tonucci? ¿Por qué no entregarles las aceras? En muchos barrios escasean las áreas verdes, pero más del 30% del suelo son calles con espacio para todo eso.

Fuente: VD de El Mercurio