08 Aug Arquitectura con arquitectos
Publicado en Consejo Nacional de Desarrollo Urbano
Un famoso libro de mesa de centro de los ochenta, un coffee table book, tenía por nombre Arquitectura sin arquitectos. Retrataba soluciones habitacionales increíbles del mundo entero, ajenas a toda intervención humana, como vivir en una cueva, adentro de un árbol o enterrado en un desierto. Las fotos eran buenas y las situaciones mostradas no parecían malas alternativas. Los arquitectos, esos que construyen casas rectas y ordenadas, con puertas y ventanas, parecían no ser necesarios.
Las recientes noticias sobre la hiperdensificación de Estación Central, muestran que los arquitectos, además de innecesarios, pueden ser peligrosos. Después de todo, ¿no fue acaso un arquitecto el autor de este tristemente célebre edificio?
Los argumentos esgrimidos en este debate han sido diversos, pero todos coinciden en la necesidad de mayor regulación urbana sobre los procesos de densificación y, más concretamente, en medidas destinadas a controlar la densificación. Se propone así disminuir alturas y el número de edificios por hectárea, de forma de impedir los problemas observados en la fotografía de los edificios de Estación Central: problemas de iluminación, ventilación y privacidad, así como una sobrecarga de las veredas y calzadas afuera de los edificios. En definitiva, el debate se ha centrado en bajar la densidad de las ciudades.
Creemos que focalizar la discusión en torno a la densidad es insuficiente. Esta solo expresa la cantidad mínima o máxima de habitantes por unidad de superficie, pero no cómo ellos ocuparán el espacio urbano. De hecho existen buenas y malas, altas y bajas densidades; y es ahí donde cobra importancia el rol del arquitecto. Por eso, el debate en torno a la densificación apropiada debe incluir variables arquitectónicas, que no solo deben proteger las condiciones mínimas de iluminación, asoleamiento y privacidad, sino que también generar vitalidad en el espacio urbano, fomentar el transporte no motorizado, la percepción de seguridad en el espacio público y cuidar la escala de las construcciones.
La experiencia habitacional chilena tiene buenos y malos ejemplos de lo anterior. Los malos son por todos conocidos, pero no olvidemos los positivos: el barrio Huemul, un conjunto habitacional de inicios del siglo pasado, cuya escala y jerarquía de espacios públicos lo hace un ejemplo notable de vivienda obrera; o, más recientemente, la remodelación de sectores del barrio República, que usando el marco normativo actual ha definido una altura máxima de nueve pisos en un sistema de edificación continua, acompañando los edificios de locales comerciales en el primer piso, en la mayoría de las esquinas. El resultado ha sido una escala apropiada a nivel de calle y un uso activo de las veredas de ambos barrios.
Es necesario resituar el debate sobre la densidad en su escala arquitectónica, incorporando variables urbanas que mejoren la vitalidad de nuestras ciudades. Esto exige discutir acerca de los factores que deben ser introducidos para la generación de barrios más densos y sustentables. Solo de esta manera tendremos en unos años un nuevo coffee table book que diga, orgullosamente, Arquitectura con arquitectos, con fotos de nuestras ciudades entre otras del mundo entero.